Evolución de los contratos
Todos estamos acostumbrados al típico documento en papel donde se especifican de forma escrita las condiciones acordadas y si todos los actores implicados están de acuerdo, rubrican a mano con su firma el compromiso de cumplir con los términos del mismo.
Y aunque aún sigue siendo el formato que más se usa en todo el mundo, la evolución también ha llegado a este tipo de acuerdos, apareciendo nuevos y diferentes formatos:
- Contratos de firma digital
- Contratos que requieren confirmación por voz
- Contratos Inteligentes
Quizá no reconozcas lo que es un contrato de firma digital, pero igualmente, todos hemos aceptado alguno. Sin ir más lejos, lo estás haciendo cuando accedes a cualquier red social como Facebook, Twitter o Instagram, o cuando te registras como usuario en cualquier otra web y marcas la casilla de “Acepto las condiciones de uso y política de privacidad”. Cuando aceptas esos términos, automáticamente “firmas” ese contrato con esa web.
Los contratos que requieren una confirmación por voz son principalmente aquellos que se realizan telefónicamente. Esto se suele dar en compañías de telecomunicaciones, bancarias o seguros, cuando llaman para ofrecer o modificar un servicio con unas condiciones.
Si el usuario finalmente está de acuerdo con las condiciones ofrecidas, la compañía toma nota de los datos legales de esa persona (nombre, dirección, DNI…) y el usuario entonces “firma” con su propia voz aceptando los términos del contrato.
¿Qué es un contrato inteligente, o smart contract?
La primera vez que se mencionan de forma pública los Smart Contracts fue en 1995, cuando el jurista y criptógrafo Nick Szabo habló públicamente del término. Dos años después, en 1997, desarrolló un documento explicando más en detalle los Smart Contracts.
Como hemos visto anteriormente, los contratos principalmente han sido documentos escritos, sujetos a las leyes y jurisdicciones territoriales, y en ocasiones es necesaria la actuación de notarios, es decir, más costes y tiempo. Y lo que es peor: los contenidos de los contratos pueden estar sujetos a la interpretación de cada parte.
En cambio un contrato inteligente es capaz de ejecutarse y hacerse cumplir por sí mismo, de manera autónoma y automática, sin intermediarios o mediadores. Los smart contracts se tratan de “scripts” (códigos informáticos) escritos con lenguajes de programación, siendo los términos del contrato puras sentencias y comandos en el código que lo forma, y por lo tanto, no hay cabida a la libre interpretación del mismo al no usarse un lenguaje verbal o escrito.
Un smart contract puede ser creado por personas físicas y/o jurídicas, pero también por máquinas u otros programas que funcionen de manera autónoma. Un smart contract tiene validez sin depender de autoridades, debido a su propia naturaleza: es un código visible por todos y que no se puede cambiar al funcionar sobre la tecnología blockchain, la cual le da ese carácter descentralizado, inmutable y transparente.
Cómo funcionan los smart contracts
Para que los Smart Contracts funcionen, estos tienen que correr a través de una aplicación o (DApp) – Distributed Application en una plataforma descentralizada como por ejemplo Ethereum. No olvidemos que cuando hablamos de Blockchain estamos hablando de un ecosistema nuevo, dinámico y en constante crecimiento. Poco a poco van apareciendo nuevas implementaciones de los smart contracts, por ejemplo, los monederos multifirma, en los que dos partes o más deben aprobar la realización de una transacción antes de que los fondos sean liberados.
3 ejemplos de smart contracts
Bancos y entidades financieras.
Ya son numerosos los bancos españoles que han manifestado su evolución hacia utilizar los contratos inteligentes en diferentes áreas de su gestión y administración de procesos internos. Según los expertos, los smart contract van a suponer una ahorro en millones de euros en los próximos años.
Aplicaciones civiles
Los smart contract van a ser capaces de mejorar muchos trámites de la vida cotidiana de los ciudadanos. En el marco de la aplicación civil, ya tenemos la opción de tramitar los testamentos digitales, que son smart contracts que se ejecutan en el momento que una persona fallece, haciendo el reparto de sus bienes, servicios digitales y encargándose de hacer público en medios o redes sociales de la noticia.
Trámites habituales
Otro ejemplo típico en los que los contratos inteligentes entran en juego, son en el momento en que cualquier persona necesita realizar un trámite tan habitual como un cambio de titularidad de un bien cualquiera, por ejemplo, una vivienda. Sin necesidad de más trámites, el propio smart contract ejecuta el cambio previsto liberando un documento ya firmado anteriormente de cambio de titularidad.
Gracias a esto, los procesos y factores que intervienen en una transacción se simplifican, ya que es el propio protocolo del programa el que verifica y hace cumplir el contrato a todas las partes. Y pasamos de confiar en un individuo, empresa o institución, a confiar en un sistema descentralizado, autónomo, distribuido, con unas reglas transparentes preestablecidas que cualquiera puede comprobar, y que nadie puede alterar. En definitiva, trasladamos la confianza de un ente humano, a un código.